Elogio a la soledad
Es común ver cómo la presión de la sociedad, los amigos o la familia conlleva al afán por conseguir una compañía sentimental para ‘remediar’, dicen algunos, la soledad (como si eso fuera una enfermedad). Sin embargo, pocos se detienen a pensar en cuáles son las razones por las que es mejor mantenerse en soledad, disfrutarla y esperar a que la persona ideal llegue a sus vidas sobre precipitarse y “echar mano” de lo primero que aparezca solo por huirle al terrorífico título de “solterona”. En la siguiente composición te explicamos por qué la soledad es también una elección de vida y no un estado que necesita cambiarse (o remediarse):
No tengo miedo a estar sola ni a la abstinencia sexual, lo que en verdad me asusta es la dependencia emocional. No temo a expresar mis sentimientos libremente, pero me da pánico llegar a sentir, algún día, la necesidad imperiosa de amor transformada en adicción. No, no me asusta carecer de alguien a quien amar, me aterra la idea de vivir con una persona que invada mi mente, mi corazón y los corroa; me asusta pensar que pueda organizar mi diario vivir alrededor de los gustos, preferencias e inquietudes de una pareja. No le tengo miedo a salir a divertirme sola, tomarme un trago mientras puedo ser juzgada por el mundo, lo que me provoca escalofríos es el hecho de pensar que alguien me obligue a estar a su lado y prolongue el tiempo para forzar mi compañía. No le temo a permanecer en soledad ni a pasar ‘San Valentín’, el ‘Día de los Enamorados’ o cualquiera de esas fechas diseñadas para parejas con mi libro favorito como única compañía, me horroriza llegar al extremo de sentirme vigilada constantemente como si mi madurez y confiabilidad merecieran ser pisoteadas.
No tengo miedo a vivir nuevas experiencias, a conocer nuevos lugares, a probar platillos desconocidos o a caminar sola por donde nunca lo he hecho antes, me da pavor tener que dejar de ver a mis amigas y amigos de toda la vida o cohibirme de hacer lo que yo quiero con quien quiero, solo porque un hombre decidió, sin consultarme, que yo sería “sólo para él”, como si yo fuera un objeto que puede retener. No me asusta ni la masturbación ni las noches vacías, a lo que sí temo es a tener que vivir pendiente de un hombre y sus caprichos. Me aterran los celos desmesurados, las infidelidades, las traiciones y la indiferencia mientras el corazón se derrite en deseos de ternura. En realidad, mis más grandes temores yacen en la idea de perder el control sobre mí: mis comportamientos, mis conductas, mis reacciones y toda mi vida. Este es un elogio a la soledad porque la considero un tesoro; no le temo, no muerde, a veces acaricia, incluso hace cosquillas. Es verdad, a veces nos sobresalta, pero enseña. Quédate con ella unos días. Pruébala, a ver a qué te sabe.
Phronesis